Hasta no hace tanto, el objetivo frente a los All Blacks no pasaba por ganar sino evitar la humillación. Hasta no hace tanto, la identidad Puma consistía en defender, defender y defender hasta que el cuerpo o el rival dijeran basta. Hasta no hace tanto, ganar por sólo 10 tantos de diferencia (26-16) y sin bonus hubiera sido motivo de preocupación para el campeón del mundo. Hoy ya no. Si la derrota produce frustración, es porque antes hubo esperanzas de ganar. Y ese voto de confianza se lo han ganado bien estos Pumas. Gracias a la audacia ofensiva que Daniel Hourcade les ha inculcado para complementar esa defensa que ya es marca de la casa, es que abandonaron el césped aplaudidos por los mejores del mundo y por las casi 90.000 personas que abarrotaron Wembley.
Porque ahí está la principal diferencia entre la Argentina de antes y la de ahora: en la intención de atacar, de tener la pelota, de faltarle el respeto -siempre en el buen sentido- a un rival que era y es mejor. Sí, porque Nueva Zelanda sigue siendo mejor, algo que no hubiese cambiado si ganaban Los Pumas, porque el rugby está en su ADN, y contra ellos, perder siempre será la opción número 1. Pero aunque no podamos superarlos, podemos parecernos. De a poquito, con trabajo y paciencia, las distancias se van acortando.
Lógicamente, cualquier análisis debería separar el primer tiempo del segundo. Esos primeros 40 minutos se acercan al ideal de equipo que pretende Hourcade: uno que tiene obtención por su fortaleza en las formaciones, que sabe qué hacer cuando tiene la pelota y que no para de tacklear cuando la tiene el rival. Cabe destacar la vigencia de Juan Martín Hernández, de muy buen partido tanto en ataque como en defensa, al igual que Leonardo Senatore (la jugada del try de Guido Petti la inició él). También le salió bien a “Huevo” la apuesta por el joven Santiago Cordero. Para revisar, las indisciplinas del primer tiempo, que costaron 12 puntos en contra y 10 minutos con un hombre menos, y algunas malas decisiones en el segundo. Pero así, al equipo de los 1013 caps le costó doblegar al que tenía siete debutantes mundialistas.